Es un hecho que venimos de la naturaleza. Por ende, cualquier entorno que nos conecte a ella, hará que nuestros sentidos se potencialicen y generen sensaciones que no serían posibles en una caja inerte de concreto.
Los romanos, con su ´Rus in urbe´ fueron los primeros que impulsaron la integración de espacios verdes dentro de perímetros urbanos “desde el Campus Martius que Augustus transformó en un parque de lujo, incorporando lagos y espacio para la recreación y el esparcimiento; a los ‘horti’ (villas urbanas dentro de un parque) creadas por romanos adinerados” (Urban Rambles, 2015).

Llevando estos conceptos al interiorismo, se busca incorporar elementos naturales a los ambientes con el fin de encontrar un equilibrio de sensaciones y colores. Entre los favoritos:
- Jardines interiores: se logran paredes completamente cubiertas por vegetación, en módulos individuales, permitiendo la composición mediante diferentes especies de plantas.
- Maceteros: Existen de piso, para mesa, colgantes, de pared. Permiten añadir color a cualquier esquina del cuarto.
- Acabados en madera: Los pisos de madera, además de aportar con una mejor distribución de la temperatura ambiental, brindan la sensación de que el interior es una extensión del exterior.
- Vegetación falsa: Para los lugares donde el mantenimiento puede resultar complicado, las flores o plantas artificiales resultan como una alternativa perfecta.
En términos de salud, la presencia de plantas logra reducir el estrés en los ocupantes, además de bajar los niveles de acumulación de polvo y mejora la calidad del aire. Funciona como un complemento al diseño acústico contrarrestando el ruido ambiental. Definitivamente, un cúmulo de beneficios con tal solo reconectarnos.